Rosa y Azucena
- Carlos Armando
- 30 jul 2017
- 3 Min. de lectura

Rosa y Azucena llegaron al mundo un 22 de agosto de 1938, allá, en un pueblito de Nuevo León.
Hijas del mismo padre, concebidas la misma noche y atendidas por la misma partera… Ros
a fue la primera en salir del vientre de su madre, la cual, obviamente, también compartían Rosa y Azucena.
Otra cosa que las unía fuertemente era el gusto de su padre por la jardinería, consecuencia directa de sus nombre de pila, que odiaron toda la vida.
Rosa siempre se encargó de aclarar a todo el mundo que era la mayor. Esta diferencia de un minuto con 27 segundos era suficiente para considerar a su hermana Azucena como la menor. Cosa que no le agrada del todo a Azucena, porque por este cálculo matemático Rosa se sentía con todo el derecho de ordenar cuanto quisiera.
Un buen día, Rosa le dijo a Azucena que ya no soportaba el calor de Nuevo León. Esos 39 grados a la sombra eran insoportables. Así que decidieron vender la casa de sus padres y mudarse con Pedro y Jorge a otro estado de la República.
Pedro y Jorge eran un par de perros a los que bautizaron así por su admiración a Pedro Infante y Jorge Negrete.
Y así, con mucho entusiasmo llegaron a Guadalajara. Donde vivieron más o menos tranquilas, porque para su desgracia, Rosa fue testigo de cómo la temperatura tampoco era muy fresca.
Año con año, notaba un aumento en el calor que su cuerpo padecía cuando llegaba el verano. Los 25 grados, en plena madrugada, impedían que Rosa y Azucena lograran conciliar el sueño.
Una tarde, todo empeoró. Rosa encontró el cuerpo de Pedro inmóvil, acostado sobre el pasto del jardín. La causa de su muerte: la edad. Mientras que Rosa gozaba de los cuarenta y tantos años, el pobre de Pedro ya rebasaba los 15.
Llenas de tristeza, pero también hartas del calor, Rosa y Azucena decidieron mudarse nuevamente.
Llegaron a Querétaro, con sus calles empedradas, sus casas de colores y su gente siempre amable. Todo habría sido maravilloso, de no ser porque en el camino también murió Jorge. Al igual que Pedro, Jorge ya pasaba de los 15 años. Curiosamente, también eran hermanos con una diferencia de 2 minutos con 19 segundos. Cachorros de la misma madre canina, pero de distinto padre perruno.
Y pasaron los años…
Para su desgracia, Rosa no sólo tuvo que padecer la pérdida de Pedro y Jorge.
Un desafortunado día, Azucena cruzó la calle sin fijarse y fue arrollada por un camión que transportaba una tonelada de aguacates. Dicen que murió instantáneamente y sin sufrimiento. Pero Rosa conocía el odio que Azucena sentía por los aguacates, por lo que además de mortal, el accidente fue una humillación para su hermana.
En el panteón, Rosa miraba cómo el féretro de su hermana descendía en la fosa, mientras ella se abanicaba con el misal. Para entonces, Rosa padecía los bochornos de la menopausia. Esto, junto con el calor del verano, provocaba en Rosa un sufrimiento indescriptible.
Para contrarrestar un poco el calor nocturno y conciliar el sueño, Rosa comenzó a dormir en el jardín, donde instaló una mecedora lo suficientemente cómoda para pasar la noche.
Pero tantas noches a la intemperie y considerando que Rosa ya era una mujer madura, le trajo como consecuencia una terrible pulmonía que la llevó a la tumba, a los 5 años con 7 meses y 4 días de que su hermana Azucena dejara este mundo.
Fue hasta ese momento en que Rosa dejó de sufrir por el calor que nunca disminuyó, pero que a diferencia de Azucena, Pedro y Jorge, sí la acompañó hasta el último día de su vida.
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